Efectos subjetivos de la pandemia y el aislamiento social

Maricel Eiriz, Lic. en Psicología, analizó cómo incide emocionalmente en la vida de las personas la medida de aislamiento social, preventivo y obligatorio.

Sociales y Culturales 13/04/2020 Bandera Fueguina Bandera Fueguina
aislamiento

La situación actual de aislamiento obligatorio por la pandemia del coronavirus (COVID-19) continúa siendo un cambio repentino y significativo que incide emocionalmente en personas que viven solas, en parejas o en familias cuyos hábitos y rutinas se interrumpen. Al respecto, la Licenciada en Psicología, Vivián Maricel Eiriz, quien es docente investigadora de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego Antártida e Islas del Atlántico Sur, realizó un análisis sobre los efectos subjetivos de la pandemia y el aislamiento social.

¿Qué significa para las personas este tipo de aislamiento?

Al implementarse obligatoriamente medidas para evitar riesgos, se generan condiciones distintas, no elegidas, aplicadas desde un afuera (el Estado), que imponen la restricción de circulación, de encuentros, de actividades colectivas y todo aquello que signifique aglomeraciones de personas. La obligación de cumplir la cuarentena dentro de los hogares sigue siendo un cambio repentino en la vida cotidiana, tanto de adultos como de niños y niñas.

Los efectos subjetivos del aislamiento dependen de la singularidad de cada sujeto, de su historia personal, pero también de las condiciones sociales en que desplegaba sus vínculos, en la convivencia con los otros; de la posibilidad de tolerancia a la suspensión y postergación de esas rutinas que se van haciendo trama en la vida cotidiana.

¿Qué cambios ocurren en los hogares?

El espacio compartido puede generar condiciones y oportunidades de encuentro y disfrute familiar. Pero también, es posible que surjan tensiones, irritabilidad y malestar al deber ceder y compartir espacios antes vividos como privados. Por otra parte, las personas que viven solas también atraviesan algunos de estos malestares en función del cambio que se produce en su rutina cotidiana, restringida actualmente a un espacio físico, y la interrupción del contacto con otros y otras.

Los niños y niñas son muy sensibles a los estados emocionales de los adultos con quienes viven. Tratan de acompañarlos en algunos casos, y en otros se ven desbordados generándose situaciones de violencia. Emocionalmente incide en los adultos la suspensión de proyectos personales, las presiones por las exigencias de acompañamiento en las tareas escolares, las responsabilidades laborales desde el hogar, el extremar los cuidados de higiene, y en muchos casos, la pérdida de trabajos y la consecuente imposibilidad de subsistencia familiar.

La mayoría de los cuidados y el trabajo doméstico, culturalmente se espera que los realicen las mujeres, por este motivo, entre otros, se han multiplicado las situaciones de violencia de género desde la indicación de aislamiento.

En los adolescentes pueden agudizarse los cuadros depresivos ante el distanciamiento de sus amigos o parejas. También suelen refugiarse en la comunicación virtual, pero estos intercambios virtuales tienen sus límites, surgen malentendidos, generándose conflictos. Y a pesar de poder comprender la necesidad de cuidados, demandan retomar sus encuentros.

En el caso de los adultos mayores, estos pierden también sus espacios sociales y parte de su independencia, quedando sus vínculos muy limitados y generando condiciones para procesos depresivos.

Por otra parte, el llamado teletrabajo no es en sí mismo un problema, pero pueden tornarse una carga y exigencia adicional cuando deben transformarse abruptamente en pocas semanas y ser realizados en espacios domésticos, muchas veces compartidos con la familia. 

¿Qué efectos produce el consumo excesivo de medios audiovisuales?

Las imágenes y discursos que reiteradamente aparecen en los medios de comunicación presentan escenarios de sufrimiento y muerte, que se percibe como irreal por la vertiginosidad de los acontecimientos y de las decisiones gubernamentales, y emergen en el extrañamiento a través de la sensación de “estar en una película”.

Por otro lado, también a través de las redes, surgen múltiples indicaciones sobre cómo “aprovechar” el tiempo y hacerlo “productivo”, lo cual suma una presión más para responder a un modelo de sujeto productivo que niega la angustia que atraviesa en la vida cotidiana, así como los efectos subjetivos de la suspensión de la circulación de los cuerpos en una situación de emergencia.

¿Cómo podemos transitar mejor el aislamiento?

En la medida en que los adultos puedan conversar con los niños y las niñas sobre la situación que atraviesan, que puedan transmitirles que es una medida transitoria, que la interrupción tiene un sentido de cuidado o que se suspenden los encuentros con los amigos y las amigas por poco tiempo, pueden generarse mejores condiciones para que los niños logren tolerar este aislamiento.

Si los adultos habilitan y se habilitan la palabra sobre lo que sienten, para manifestar la tristeza, el enojo, la manifestación legítima de extrañar a otros y los espacios de intimidad personal, se puede reconocer que, además de poder compartir espacios familiares también se anhelan recuperar los espacios con otros con quienes también se comparten afectos.

Cuando se puede sostener las actividades laborales y de estudio a través de las redes, se posibilita la continuidad de proyectos y vínculos, aunque sea parcial se percibe que algo permanece, y esto organiza psíquicamente a pesar de la incertidumbre de la situación que se atraviesa.

Pero en muchos casos se pierde la posibilidad de trabajar, se interrumpe la garantía de subsistencia y se puede profundizar la angustia. El sostén material y subjetivo más importante es posible a través de los espacios colectivos de redes de organizaciones que, solidariamente, en consonancia con las políticas públicas pueden visibilizar, asistir y favorecer el rearmado de la trama social.